BERTROL

martes, 8 de enero de 2013

Introducción: " MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA"

Amigos y Vasallos de Dios omnipotente,
si escucharme quisierais cortés y atentamente,
yo os querría contar un suceso excelente:
al cabo os será grato, indubitablemente.

Yo, el maestro Gonzalo de Berceo llamado,
yendo en romería acaecí en un prado
verde, y bien sencido, de flores bien poblado,
lugar codiciadero para el hombre cansado.

Daban olor soberbio las flores bien olientes,
refrescaban al par las caras y las mentes;
manaban cada canto fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en invierno calientes.

Gran abundancia había de buenas arboledas,
higueras y granados, perales, manzanedas,
y muchas otras frutas de diversas monedas,
pero no las había ni podridas ni acedas.

La verdura del prado, el olor de las flores,
las sombras de los árboles de templados sabores
refréscandome todo, y perdí los sudores:
podría vivir el hombre con aquellos olores.

Nunca encontré en el siglo lugar tan deleitoso,
ni sombra tan templada, ni un olor tan sabroso.
Me quité mi ropilla para estar más vicioso
y me puse a la sombre de un árbol muy hermoso.

A la sombra yaciendo perdí todos cuidados,
y oí sones de aves dulces y modulados;
nunca oyó nungún hombre órganos más templados
ni que formar pudiesen sones más acordados.

Unas tenían la quinta y las otras doblaban;
otras tenían el punto, errar no las dejaban.
Al posar, al moverse, todas se acompasaban:
aves torpes o roncas allí no se acercaban.

No hay ningún organista, ni hay ningún violero,
ni giga, ni salterio, ni mano de rotero,
ni instrumento, ni lengua, ni tan claro vocero
cuyo canto valiese junto a éste un dinero.

Pero aunque siguiéramos diciendo sus bondades,
el diezmo no podríamos contar ni por mitades:
tenía de nobleza tantas diversidades
que no las contarían ni priores ni abades.

El prado que yo os digo tenía otra bondad:
por calor ni por frío perdía su beldad,
estaba siempre verde toda su integridad,
no ajaba su verdura ninguna tempestad.

En cuanto me hube en la tierra acostado
 de todo mi lacerio me quedé liberado,
olvidé toda cuita  y lacerio pasado:
¡el que allí demorase sería bien aventurado!

Los hombres y las aves cuantas allí acaecían
llevaban de las flores cuantas llevar querían,
mas de ellas en el prado ninguna mengua hacían:
por una que llevaban, tres y cuatro nacían.

Parejo al paraíso me parece este prado,
por Dios con tanta gracia y bendición  sembrado:
el que creó tal cosa fué maestro avisado;
no perderá su imagen quien haya allí morado.

El fruto de los árboles era dulce y sabrido:
si Don Adán hubiese de tal fruto comido
de tan mala manera no fuera decebido
ni tomaran tal daño Eva ni su marido.

Amigos y señores: lo que  dicho tenemos
 es oscura palabra: exponerla queremos.
Quitemos la corteza, en el meollo entremos,
tomemos lo de dentro, lo de fuera dejemos.

Todos cuantos vivimos y sobre pies andamos
- aunque acaso en prisión o en un lecho yazgamos-
todos somos romeros que en un camino andamos:
esto dice San Pedro, por él os lo probamos.

Mientras aquí vivimos, en ajeno moramos;
la morada durable arriba la esperamos,
y nuestra romería solamente acabamos
cuando hacia el Peraíso las almas enviamos.

En esta romería tenemos un buen prado
en que encuentra cobijo el romero cansado:
es la Virgen Gloriosa, madre del buen criado
del cual otro ninguno igual no fue encontrado.

Este prado fue siempre verde en honestidad,
por que nunca hubo mácula en su virginidad;
post partum et in partu fue Virgen de verdad,
ilesa e incorrupta en su integridad.

Las cuatro fuentes claras que del prado manaban
los cuatro evangelios eso significaban:
que los evangelistas, los cuatro que redactaban,
cuando los escribían con la virgen hablaban.

Cuanto escribían ellos, ella se lo emendaba;
sólo era bien firme lo que ella alababa:
parece que este riego todo de ella manaba,
cuando sin ella nada a cabo se llevaba.

La sombra de los árboles, buena, dulce y sanía,
donde encuentra cobijo toda la romería,
muestra las oraciones que hace Santa María,
que por los pecadores aboga noche y día.

Cuantos son en el mundo, justos y pecadores,
coronados y legos, reyes y emperadores,
allí corremos todos, vasallos y señores,
y todos a su sombra vamos a coger flores.

Los arboles que hacen sombra dulce y donosa
son los santos milagros que hace la Gloriosa,
y que son mucho más dilces que la ázucar sabrosa,
la que le dan al enfermo en la cuita rabiosa.

Y las aves que oraganan entre esos frutales,
que tienen dulces voces, dicen cantos leales,
esos son Agustín, Gregorio y otros tales,
todos los que escribieron de sus hechos reales.

Todos tenían con ella gran amistad y amor,
en alabar sus hechos ponían todo su ardor;
todos hablaban de ella, cada uno a su tenor,
pero en todo tenían todos igual fervor.

El ruiseñor que canta por fina maestría
y también la calandria, hacen gran melodía;
pero cantó mejor el varón Isaías
y los otros profetas, honrada compañia.

Cantaron los apóstoles por modo natural,
confesores y mártires hacían bien otro tal;
las vírgenes siguieron a la madre caudal;
todos ante ella cantan canto bien festival.

Por todas las iglesias - y eso es cada día -
cantan laudes ante ella toda la clerecía,
todos hacen su corte a la Virgo María:
estos son ruiseñores de gran placentería.

Volvamos a las flores que componen el prado,
que lo hacen hermoso, apuesto y tan templado:
las flores son los nombre que dan en el dictado
a la Virgo María, madre del buen criado.

Nuestra bendita Virgen es estrella llamada,
estrella de los mares y guía muy deseada;
es de los marineros en la cuita implorada,
por que cuando la ven la nave va guiada.

La llaman - y lo es - de los Cielos Reina,
templo de Jesucristo, estrella matutina,
señora natural y piadosa vecina,
de cuerpos de almas salud y medicina.

Ella es el vellocinio que fue de Gedeón
en que vino la lluvia, una grande visión ;
y la llaman la honda de David el varón,
con la cual confundió al gigante felón.

Ella es dicha la fuente de quien todos bebemos,
y nos dio  el sustento del que todos comemos;
ella es llamada el puerto al que todos corremos
y puerta por la cual nuestra entrada atendemos.

Ella es llamada puerta, en sí bien encerrada,
abierta para nos, para darnos la entrada;
ella es la paloma de hiel bien esmerada
en quien no cae ira, y siempre está pagada.

Ella con gran derecho se llama Sión.
porque es nuestra atalaya y nuestra protección;
ella es llamada trono del gran rey Salomón,
rey de mucha justicia, y muy sabio varón.

No existe nombre alguno que del bien no provenga
que de alguna manera con ella no se avenga;
y no hay tal que raíz en ella no la tenga:
ni Sancho ni Domingo, ni Sancha ni Domenga.

La llamada vid, y es uva, y almentra, y es granada
que de granos de gracua está toda colmada;
oliva, cedro, bálsamo, palma verde brotada,
pértiga en la que estuvo la sierpe levantada.

El palo que Moisés en la mano llevaba,
que confundíó a sabios que Fara´´on preciaba,
con la que abrió los mares y después los cerraba,
si no es a la Gloriosa, nada significaba.

Si parásemos mientes en el otro bastón
que partió la contienda y estuvo por Aarón,
nada significaba - lo dice la lección -
sino a la Gloriosam, y con buena razón.

Amigos y señores, en vano contendemos,
estamos en gran pozo, fondo no encontraremos:
más serían los nombres que de ella leemos.
que las flores del campo mayor que conocemos.

Ya dijimos arriba que eran los frutales
en los que hacían las aves los cantos generales
sus milagros muy santos, grandes y principales,
los cuales organamos en las fiestas caudales.

Pero quiero dejar los pájaros,
las sombras y las aguas, las antedichas flores:
quiero de estos frutales, tan llenos de dulzores,
hacer algunos versos, amigos y señores.

Quiérome en estos árboles un ratito subir
porque quiero algunos milagros escribir-
La Gloriosa me guíe y lo pueda cumplir,
que solo no podría bien airoso salir.

Tendré por un milagro más que hace la Gloriosa
el que quiera guiarme a mí en esta cosa:
Madre llena de gracia, Majestad poderosa,
guíame Tú en esto, ya eres tan piadosa.
¨
Por España quisiera en seguida empezar,
por Toledo la magna, afamado lugar:
que no sé por qué cabo empezaré a contar,
porque son más que arenas a la orilla del mar.


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