BERTROL

jueves, 3 de abril de 2014

CAPITULO VEINTIUNO DE COMO UNA ABADESA FUE PREÑADA, Y POR SU CONVENTO FUE ACUSADA, Y DESPUÉS POR LA VIRGEN LIBRADA

Amigos y señores, compaña de prestar,
ya que os quiso Dios traer a este lugar,
si quisierais aún otro poco esperar,
de otro milagro más os querría yo hablar.

De otro milagro más os querría yo hablar
que hizo la gloriosa, estrella de la mar:
si quisieras oírme, muy bien podréis jurar
que de mejor bocado no podrías gustar.

En los tiempos derechos que corría la verdad,
que por nada decían los hombres falsedad,
vivían entonces a buenas, lograban vejedad,
veían a sus trasnietos en la séptima edad.

Hacía Dios por los hombres milagro cotidiano
porque nadie quería mentir a su cristiano;
tenían tiempos derechos en invierno y verano,
parecía que el siglo era todo bien llano.

Si pecaban los hombres hacían bien penitencia,
perdonabales luego Dios toda malquerencia;
tenían con Jesucristo toda su atenencia:
os quiero dar sobre esto una buena sentencia

Sobre una abadesa versará mi conseja,
que pecó en buen punto, según se me semeja;
quisiéronle sus dueñas revolver mala ceja,
pero no la empecieron por valor de una aveja.

Había en esta abadesa muchísima bondad,
era de gran razón y de gran caridad,
guiaba su convento de toda voluntad,
viviendo según regla con toda honestidad.

Pero la abadesa cayó una vegada,
cometió una locura que mucho está vedada,
pisó por su ventura yerba muy enconada;
cuando bien se cató, hallóse embargada.

Fuele creciendo el vientre contra sus dos tetillas,
se le fueron haciendo pecas en las mejillas:
las unas eran grandes, las otras más poquillas;
todas las primerizas sufren estas cosillas.

Fue por sus compañeras esta cosa entendida,
que no puede celarse una flama encendida;
pesábales  a unas verlas tan mal caída,
mas placíale mucho a la otra partida.

Apremiábalas mucho teníalas encerradas
y no les consentía hacer cosas vedadas;
querrían verla muerta las locas malhadadas:
sucede a los prelados esto algunas vegadas.

Vieron que ésta no era cosa para encubrir;
si no, el diablo de todas ellas podría reir:
al obispo por carta le enviaron a decir
que no las visitaba y lo debía sufrir.

Bien entendió el obispo esta mensajería:
o tenían contienda, o habían hecho folía;
vino a cumplir su oficio, y mientras las veía
pudo entender muy bien la pleitesía.

Dejemos al obispo holgar en su posada,
quedáse en paz y duerma junto con su mesnada;
digamos lo que hizo esa dueña embargada
que sabía que al otro día sería acusada.

Al lado de su cámara do se solía albergar
tenía un apartado, muy apuesto lugar:
ése era su oratorio, en el que solía orar;
de la Gloria era vocación el altar.

Allí tenía la imagen de la Santa Reina,
la que fue para el mundo salud y medicina;
teníanla adornada con bermeja cortina:
lo merecía que al cabo Ella fue su madrina.

Sabía que al otro día sería mal profazada,
que excusa no tendría esta cosa probada;
buen consejo  tomó la bienaventurada,
es de maravillar lo bien que fue acordada.

Abatióse por tierra delante del altar,
a la imagen cató y comenzó a llorar:
"Valme -dijo- Gloriosa, estralla de la mar,
que no hay otro consejo que me pueda prestar.

Madre, bien lo leemos, dícelo la Escritura,
que eres de tal gracia y de tanta mesura
que a quien de voluntad te dice su rencura
lo acorres al momento en toda su ardura."

Había al oratorio entrado ella señera,
no había demandado ninguna compañera.
Paró desamparada luedo de la primera,
más Dios y su ventura abriéronle carrera.

"Tú acorriste, Señora, a aquel desesperado
que de su sangre hizo carta con el pecado;
fue por tu buen consejo luego reconciliado:
esto todos los hombres te lo tienen en grado.

Tú acorriste, Señora, a María Egipciana,
que hizo muchos pecados, pues fue mujer liviana:
¡oh Señora bendita, de quien todo bien mana,
dame Tú algún consejo antes de la mañana!

Oh señora bendita, no te pude servir,
mas te quise alabar y siempre bendecir.
Digo verdad Señora, y no cuido mentir;
preferiría estar muerta si pudiese morir.

Madre del Rey de Gloria, de los cielos Reína,
haz manar de tu gracia alguna medicina,
libra de tal vergüenza a una mujer mezquina.
¡Esto, si Tú quisieras, podría ser aína!

Madre, por el amor de Tu Hijo querido,
Hijo sin mengua alguna, tan dulce y tan cumplido,
no sea rechazada, esta merced te pido,
que veo que me segudan en número crecido.

Si no tomas, Señora, para mi algún consejo,
me veo mal dispuesta para ir ante el concejo;
prefiero aquí morir, en este lugarejo;
si ante ellos me presento me gan de hacer mal trebejo.

Reína coronada, templo de castidad,
fuente de compasión, torre de salvedad,
en está cuíta mía muéstrame Tú piedad,
para mí no se agote tu tan grande piedad.

Quiero frente a tu Hijo poderte dar por fianza
que jamás tornaré a dar en esta erranza:
Madre, si falleciese, haz en mi tal venganza
que todo el mundo hable de mi gran malandanza,

Tan ahincadamente hizo su oración
que la escuchó la Madre llena de bendición:
amodorrida casi vio una gran visión,
tal que hacer debía en todos edificación.

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