BERTROL

martes, 15 de enero de 2013

Capítulo Séptimo. "El monje y san pedro"

En colonia, la rica cabeza de reinado,
había un monasterio, de San Pedro llamado;
había en él un monje asaz mal ordenado:
lo que dice la regla no le daba cuidado.

Era de poco seso, hacía mucha locura,
el que lo castigaran lo tenía sin cura;
le aconteció en todo esto muy gran desventura:
parió una bagasa de él una criatura.

Por salud de su cuerpo y por vivir más sano
hacía de electuarios uso muy cotidiano,
en invierno calientes y frios en verano;
debiera andar devoto, pero andaba lozano.

Vivía en esta vida de gran tribulación,
murió por sus pecados en muy fiera ocación,
ni tomó Corpus Domini ni hizo confesión,
lleváronse los diablos su alma a la prisión.

El apóstol San Pedro tuvo de él compasión,
porque en su monasterio hizo su profesión;
rogó a Jesucristo con toda devoción
de su misericordia que le diera ración.

Díjole Jesucristo: "Pedro mi muy amado,
bien sabes tú que dijo David en su dictado
que sólo habría de holgar en el monte sagrado
el que entró sin mancha y quito de pecado.

Éste por quien tú ruegas doblada la rodilla
no obraba con justicia ni vivió sin mancilla:
no honra a su convento esta tal gentecilla.
¿En qué merecer pudo asentarse en tal silla?"

Suplicó a las virtudes San Pedro celestiales
suplicaran al Padre de los penitenciales
que quitasen a este hombre de los lazos mortales:
le dijeron palabras a las otras iguales.

Volvióse a la Gloriosa Madre de Nuestro Don
y hacia las otras vírgenes que de su casa son;
fueron ellas a Cristo con gran suplicación,
por el alma del monje hicieron oración.

Cuando Don Cristo vio a su Madre Gloriosa
junto con sus amigas, procesión tan preciosa,
salió a recibirlas de manera graciosa:
¡el alma  que lo viese sería venturosa¡

"Madre - dijo Don Cristo - yo saberlo querría:
¿qué negocio acá os trae con esta compañía?"
"Hijo - dijo la madre - yo a rogaros venía
por el alma de un monje que en tal parte vivía."

"Madre - dijole el Hijo - no sería derechura
que el alma de tal hombre entrara en tal holgura:
sería menoscabada toda la Escritura;
pero por vuestro ruego hallaremos mesura.

Quiero hacer todo esto sólo por vuestro amor:
vuelvo aún a su cuerpo, del que fue morador,
haga su penitencia como hace el pecador,
y así podría salvarse de manera mejor."

Cuando San Pedro oyó este dulce mandado,
cuando vio su negocio tan bien enderezado,
volvióse hacia los diablos, mal consejo enconado;
el alma que llevaban cogiósela sin grado.

Diósela a dos niños de muy gran claridad,
ángelicas criaturas de muy gran santidad:
diósela en encomienda de toda voluntad
para llevarla al cuerpo con gran seguridad.

Diéronsela los niños a un fraile muy honrado
que había sido en la orden desde su niñez criado,
llevóla él hasta el cuerpo que yacía amortajado
y resucitó el monje, el señor sea loado.

Al alma de este monje solicitó su guía
(el fraile, ese hombre bueno de que antes os decía) :
"Yo te ruego por Dios y por Santa María
que tengas un clamor tú por mí cada día.

Otra cosa te ruego, y es que mi sepultura,
que está toda cubierta por cima de basura,
tú me la hagas barrer por tu buena mesura:
cúmplelo tú, así Dios te de buena ventura."

Resucitó el monje, el que estaba transido,
pero estuvo un día entero por completo aturdido;
pero volvió al cabo a todo su sentido
y refirió al convento qué le había acontecido.

Rindieron a Dios gracias, a la Virgo real
y al apóstol santísimo clavero celestial,
que por salvar su monje sufrió profazo tal,
que no fue este milagro a cualquier otro igual.

No tenga nadie dudas allá en su corazón:
no diga que esta cosa bien pudo ser o non;
si pone en la Gloriosa bien toda su intención
entenderá que esto no va contra razón.

Como es la Gloriosa llena de bendición
así es llena de gracia y quita la dicción:
no le sería negada ninguna petición,
no le daría tal Hijo a tal Madre que non.

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