BERTROL

martes, 15 de enero de 2013

Capítulos tercero a quinto. Milagros de N. Sra.


Capítulo tercero “El clérigo y la flor”      
 
De un clérigo leemos que era de sesos ido,
Y en los vicios del siglo seriamente embebido
Pero aunque era loco tenía un buen sentido:
Amaba a la Gloriosa de corazón cumplido.
 
Como quiera que fuese al mal acostumbrado,
En saludarla siempre era bien acordado;
Y no iría a la iglesia, ni a otro mandado
Sin que antes su nombre  no hubiera aclamado.
 
Decir no lo sabría por qué causa o razón
(Nosotros no sabemos si se lo buscó o non)
Dieron sus enemigos asalto a este varón
Y hubieron de matarlo, deles Dios su perdón.
 
Los hombres de la villa, y hasta sus compañeros,
Que de lo que pasó no estaban muy certeros,
Afuera de la villa, entre unos riberos
Se fueron a enterrarlo, mas no entre los diezmeros.
 
Pesóle a la Gloriosa por este enterramiento,
Porque yacía su siervo fuera de su convento;
Aparecióse a un clérigo de buen entendimiento
Y le dijo que hicieron un yerro muy violento.
 
Ya hacía treinta días que estaba soterrado:
En término tan luengo podía ser dañado;
Dijo Santa María: “Es gran desaguisado
Que yazga mi notario de aquí tan apartado.
 
Te mando que lo digas: dí que mi cancelario
No merecía ser echado del sagrario;
Diles que no lo dejen allí otro treintenario
Y que con los demás lo lleven al osario.”
 
Preguntóle el clérigo que yacía adormentado:
“¿Quién eres tú que me hablas? Dime quien me ha mandado,
Que cuando dé el mensaje, me será demandado
Quién es el querelloso, o quién el soterrado”.
 
Díjoles la Gloriosa: “Yo soy Santa María,
Madre de Jesucristo que mamó leche mía:
El que habéis apartado de vuestra compañía
Por cancelario mío con honra lo tenía.
 
El que habéis soterrado lejos del cementerio
Y a quien no habéis querido hacerle ministerio
Es quien me mueve a hacerte todo este reguncerio:
Si no lo cumples bien, corres peligro serio.”
 
Lo que la dueña dijo fue pronto ejecutado:
Abrieron el sepulcro como lo había ordenado
Y vieron un milagro simple, y sí doblado;
Este milagro doble fue bien notado.
 
Salía de su boca, muy hermosa, una flor,
De muy grande hermosura, de muy fresco color,
Henchía toda la plaza con su sabroso olor,
Que no sentían del cuerpo ni un punto de hedor.
 
Le encontraron la lengua tan fresca, y tan sana
Como se ve la carne de la hermosa manzana:
No la tenía más fresca cuando a la meridiana
Se sentaba él hablando en medio la quintana.
 
Vieron que esto pasó gracias a la Gloriosa,
Porque otro no podría hacer tamaña cosa:
Trasladaron el cuerpo, cantando Specïosa,
Más cerca de la iglesia a tumba más preciosa.
 
Todo hombre del mundo hará gran cortesía
Si hiciere su servicio a la Virgo María:
Mientras vivo estuviere, verá placentería,
Y salvará su alma al postrimero día.
 
Capítulo Cuarto “El premio de la Virgen”
 
De otro clérigo más nos dice la escritura
Que de Santa María amaba la figura,
Que siempre se inclinaba delante su pintura
Y tenía gran vergüenza al ver su catadura.
 
Mucho amaba a su Hijo, mucho la amaba a Ella,
Tenía por sol al Hijo, La madre por estrella,
Quería bien al Hijuelo y mucho a la Doncella,
Por que los servía poco estaba en gran querella.
 
Aprendió cinco motes, los cinco de alegría,
Que hablan de los gozos, de la Virgo María:
Decíaselos el clérigo delante cada día,
Tenía Ella con ellos muy gran placentería.
 
“Gozo hayas, María que el Ángel creiste,
Gozo hayas, María, que virgen concebiste,
Gozo hayas, María que a Cristo pariste,
La ley vieja cerraste, y la nueva abriste.”
 
Cuantas fueron las llagas al el Hijo sufrió,
Decía él tantos gozos a la que lo parió:
Como fue bueno el clérigo, y bien lo mereció,
Tuvo galardón bueno, buen grado recibió.
 
Por estos cinco gozos debemos recordar
Los sentidos del cuerpo que nos hacen pecar:
El ver, con el oir, el oler, el gustar,
El prender de las manos que decimos tocar.
 
Si estos cinco gozos que dichos os tenemos
A la Madre gloriosa bien se los ofrecemos,
Del yerro que por estos sentidos cometemos
Por su santo ruego gran perdón ganaremos.
 
Enfermó este clérigo de tan fuerte manera
Que le querían los ojos salir de la mollera;
Pensaba que ya había cumplido su carrera
Y que se le acercaba la hora postrimera.
 
Le apareció la Madre del Rey celestial,
La que en misericordia no tuvo nunca igual:
“Amigo – dijo – sálvate el Amo espiritual
De cuya madre fuiste siempre amigo leal.
 
Esfuérzate, no temas, no estés desanimado,
Sabe que ya serás de este dolor curado;
Tente por Dios seguro de tu cuita librado:
Ya lo dice tu pulso, del todo mejorado.
 
Estándote yo cerca, tú no tengas pavor;
Tente por mejorado de todo tu dolor:
Recibí de ti siempre buen servicio y honor,
Quiero darte ahora el precio de toda tu labor.”
 
Bien se cuidaba el clérigo del lecho levantar
Y volver por lo campos sobre sus pies a andar,
Pero hay gran diferencia de saber a cuidar
Y fue de otra manera todo esto a terminar.
 
Bien se cuidaba el clérigo de la prisión salir,
Y con sus conocidos deportar y reír,
Pero no pudo el alma tal plazo recibir:
Desamparo el cuerpo, tuvo de él que partir.
 
Tomóla la Gloriosa, de los cielos reina,
Y la hija se fue con la buena madrina;
Tomáronla los ángeles con la gracia divina,
La llevaron al cielo donde el bien no termina.
 
La Madre gloriosa lo que le prometió
Bendita sea Ella que bien se lo cumplió:
Lo que decía Ella él no se lo entendió,
Mas todo lo que dijo verdadero salió.
 
Cuantos la voz oyeron y vieron la cosa
Todos tuvieron que hizo milagro la Gloriosa:
 tuvieron que fue el clérigo de ventura donosa,
glorificaban todos a la virgo preciosa.
 
Capítulo Quinto “El pobre caritativo”
Érase un hombre pobre- de limosnas vivía-
Que de toda infurción y renta carecía
Fuera de su trabajo, la vez que lo tenía
Y en bien pocos pepiones su hacienda consistía.
 
Por ganar la Gloriosa a la que mucho amaba,
Partía con los pobres todo cuanto ganaba;
En esto contendía y en esto se esforzaba:
Para obtener su gracia su pobreza olvidaba.
 
Cuando hubo este pobre de este mundo a pasar
La madre muy gloriosa lo vino a convidar;
Hablóle muy sabroso, queríalo halagar,
Oyeron su palabra todos los del lugar:
 
“Tú mucho codiciaste la nuestra compañía,
Para ganarla empleaste bien buena maestría:
Partías tus limosnas, decías “Ave María”;
Por qué lo hacías todo yo muy bien lo entendía.
 
Sábete que tu cosa está bien recabada,
Que es éstas en la que estamos la postrera jornada
El Ite missa est cuenta que es cantada,
Y ha llegado la hora de cobrar tu soldada.
 
Hasta aquí me he venido por llevarte conmigo
Al reino de mi Hijo – él que te es buen amigo –
Do se ceban los ángeles con el buen candeal trigo,
Que las santas virtudes se placerán contigo.”
 
Cuando hubo la Gloriosa el sermón acabado
Desamparó el alma su cuerpo venturado;
La tomaron los ángeles, convento tan  honrado,
La llevaron al cielo, el Señor sea loado.
 
Y todos los que habían la voz antes oído
Todos vieron entonces cumplir lo prometido;
Y a la Madre gloriosa, por haberlo cumplido
Cada cual por su lado las gracias le ha rendido.
 
El que tal cosa oyese sería mal venturado
Si de Santa María no fuese más pagado;
Si no la honrase más sería desmesurado:
El que de ella se aparta va muy mal engañado.
 
Aún más adelante queremos aguijar:
Una razón como ésta no es para abandonar,
Porque estos son los árboles do debemos holgar,
En cuya sombra suelen las aves organar.

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