BERTROL

miércoles, 23 de enero de 2013

Milagros de nuestra señora, Capítulo Octavo. "El ROMERO DE SANTAGO"

Amigos y señores, por Dios y caridad
oid otro milagro, hermoso de verdad:
San Hugo lo escribió, de Cluny fue abad,
y aconteció a un monje de su comunidad.

Un fraile de su casa Giraldo era llamado,
antes que fuese monje no era muy enseñado,
de vez en vez hacía locuras y pecado
como hombre soltero que vive sin cuidado.

Vínole al corázón, tal como estaba un día,
el apóstol de España irse de romería;
dispuso sus asuntos, buscó su compañía,
y ajustaron el término que tomarían su vía.

Cuando iban a salir, hizo una enemiga:
no guardó penitencia como la ley obliga,
en vez de hacer vigilia se acostó con su amiga
y metióse en camino con esta mala ortiga.

No había andado mucho aún de la carrera
- apenas podía ser la jornada la tercera-
cuando tuvo un encuentro por una carretera;
mostrábase por bueno, y en verdad no lo era.

El enemigo antiguo siempre fue gran traidor,
y es de toda enemiga maestro sabedor;
a las vees semeja un ángel del Criador
y es en vez diablo fino, de mal sonsacador.

El falso transformóse en ángel verdadero,
parósele delante en medio de un sendero:
"Seas el bienvenido - le dijo a este romero -;
me pareces de veras simple como un cordero.

Saliste de tu casa por venir a la mía,
cuando salir quisiste hiciste una folía:
piensas sin penitencia cumplir tal romer´+ia;
no te agredecerá esto Santa María".

"¿Y quién sois vos, señor?" preguntóle el romero.
Respondióle: "Santiago, hijo de Zebedeo.
Sábelo bien, amigo, andas de devaneo;
parece que no tienes de salvarte deseo."

Dijo entonces Giraldo: "Señor, ¿qué me mandaís?
Yo quiero cumplir todo aquello que digaís,
porque veo que hice grandes iniquidades,
que no tomé el castigo que dicen los abades."

Dijo el falso Santiago: "Este es el juicio:
que te cortes los miembros que hacen el fornicio;
así que te degüelles harás a Dios servicio,
que de tu carne misma le harás tu sacrificio."

Creyólo el infeliz, loco desaconsejado:
sacó su cuchillo que tenía amolado,
cortó sus genitales el malaventurado,
así se degolló, murio descomulgado.

Cuando sus compañeros los que con él salieron,
llegaron a Giraldo y en tal forma lo vieron,
la más pesada cuita de vida sintieron,
más cómo pasó esto pensar no lo pudieron.

Veían que por ladrones no estaba degollado,
pues nada le faltaba, nada le habían robado;
tampoco ningín hombre lo había desafiado;
no sabían de qué modo quedaba ocasionado.

Huyeron luego todos, todos desparramados,
porque temían ser de esta muerte acusados,
aunque eran inocentes, podían ser culpados
y por ventura ser prendidos y achacados.

El que le dip el consejo con sus atenedores,
los grandes y los chicos, menudos y mayores,
a su alma trabaron esos falsos traidores,
y llevábanla al fuego a los malos sudores.

Y mientras la llevaban , no de buena manera
Santiago los vio, cuyo el romero era,
salióles a gran prisa por aquella carrera,
se les paró delante por la faz delantera.

"Dejad -dejad-, malillos, la presa que lleváis
porque no os pertenece tanto como penái;
tratadla con cuidado y fuerza no le hagáis,
que no podréis con ella, aunque bien lo queraís."

respondióle un diablo, parósele rehacio:
"Iag, ¿quieres que hagamos de ti todos escarnio?
¿a la razón derecha quieres tú ser contrario?
Traes mala cubierta bajo el escapulario.

Giraldo hizo enemiga, matóse con su mano
tendrá que ser juzgado de Judas por hermano
Bajo todas las luces es nuestro parroquiano:
Iago, contra nosotros quieras ser villano."

Le repuso Santiago: "Don traidor palabrero,
no os puede vuestra parla valer un mal dinero:
que trayendo mi voz como falso vocero
diste consejo malo, mataste a mi romero.

Si no le hubieses dicho tú, Santiago eras,
si tú no le mostraras por señas mis veneras,
no dañara su cuerpo con sus mismas tijeras
ni yacería cual yaces por esas carreteras.

Mucho me encoleriza vuestra mala partida,
y mirar por vosotros mi forma escarnecida.
Mataste mi romero con mentira sabida,
y ahora veo además su alma mal traída.

Os emplazo ante el juicio de la Virgen María,
ante ella me clamo en esta pleitesía.
Yo de otra manera no os abandonaría,
pues veo que traéis muy gran alevosía."

Propusieron sus voces ante la Gloriosa,
cada parte afincó claramente la cosa.
Las razones oyó la Reina preciosa,
terminó la baraja de manera sabrosa:

El engaño sufrido provecho debía hacer,
que el romero a Santiago cuidaba obedecer
creyendo que por eso en salbo debía ser;
pero el engañador lo debía padecer.

Dijo Ella. "Yo esto mando y doylo por sentencia:
el alma por la cual sostenéis la pendencia
ha de volver al cuerpo y hacer su penitencia;
luego como merezca recibirá la audiencia."

Valió esta sentencia, fue de Dios otorgada;
aquella alma mezquina al cuerpo fue tornada;
aunque le pesó al diablo y a toda su mesnada,
el alma fue a tornar a la vieja posada.

Levantóse el cuerpo que yacía trastornado,
limpiábase la cara Giraldo el degollado:
estúvose un momento medio desoncertado,
como el hombre que duerme y despierta enojado.

De la llaga que tuvo de la degolladura
apenas parecía la sobrenadura:
perdió todo color y toda calentura;
todos decían: "Este hombre fue de buena ventura".

De todo lo otro estaba bien sano y mejorado,
fuera de hilito que tenía atravesado;
mas lo de la natiura, cuanto que fue cortado,
no le volvió a crecer, quedó en este estado.

Todo estaba bien sano, todo buen encorado;
para verte sus aguas le quedaba el forado,
Requirió su repuesto lo que traía enfardado,
pensó en seguir su vía bien alegre y pagado.

Rindió gracias a Dios y a su madre, María,
y el apóstol tan santo do va la romería;
se apresuró a marchar, se unió a su compañía,
tenían con el milagro su solaz cada día.

Sonó por Compostela esta gran maravilla,
lo venían a ver todos los de la villa;
decían: " Esta cosa deberíamos escribirla:
a los que han de venir les placerá el oírla."

Cuando volvió a su tierra, su carrera cumplida,
y le oyeron la cosa como era acontecida,
tenía grandes clamores la gente, era movida
para ver a este Lázaro dado de muerte a vida.

Y paró en su negocio este romero mientes,
cómo lo quitó Dios de los malditos dientes,
y desamparó al mundo, a amigos y parientes,
por vestir en Cluny hábitos penitentes.

Don Hugo, hombre bueno, que era de Cluny abad,
varón muy religioso y de gran santidad,
contaba este milagro que acontesió en verdad;
poniéndolo en escrito hizo gran honestad.

Giraldo finó en la orden, vida muy buena haciendo,
con dichos y con hechos a su criador sirviendo,
en bien preserverando, del mal arrepintiendo;
el enemigo malo de él no se fue riendo.

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